EL SUFRIMIENTO COMO SIMBOLO BANAL DE LOS TIEMPOS

Si alguna vez y por esas casualidades pudieron ver el film “MATRIX” no creo que se les haya pasado el hecho de la descripción que hacen las máquinas del mundo humano. En una escena, la Matrix habla a través del agente Smith, infiere el siguiente análisis de la humanidad:
“¿Sabía que la primera Matriz fue diseñada para ser un perfecto mundo humano donde nadie sufriera, donde todo el mundo fuera feliz? Fue un desastre. Nadie aceptó ese programa, se perdieron cosechas enteras. Algunos creían que no teníamos el lenguaje de programación para describir su mundo perfecto. Pero, yo creo que, como especie, los seres humanos definen su realidad con la tristeza y el sufrimiento. Así que el mundo perfecto era un sueño del que sus primitivos cerebros querían constantemente despertar”. De esta manera desde el discurso de Smith podemos deducir el cómo la sociedad actual se representa, se ve a sí misma y se describe. Amén de que el cómo nos vemos quizás sea también el cómo actuamos y nos manifestamos.
De todas formas, la historia nos muestra que la humanidad ha caminado siempre por un jardín de espinas, que nunca fue fácil la vida y que por supuesto, el mismo hombre, se encargó, con crueldad y estupidez, que muchos sufrieran más que gozaran de la vida.
Bernard Shaw decía que “El sufrimiento más intolerable es el que produce la prolongación del placer más intenso”. Pero creo que existe una pequeña diferencia en estos tiempos que nos tocan vivir y es la indiferencia al sufrimiento humano.
¿Si es acaso que no podemos evitar este mal?: ¿es necesario soslayarlo con la más cruel insensibilidad?
El individualismo exacerbado del capitalismo tiene por objeto entonces y fundamentalmente trabajar en el desdén, la apatía y la impasibilidad bestial. Es así que, en vez de mejorar, de superar el hecho de la condena al sufrimiento es más fácil promover la “abulia” como mecanismo.
Oscar Wilde (un verdadero mártir de su tiempo) escribió: “El sufrimiento es el medio por el cual existimos, porque es el único gracias al cual tenemos conciencia de existir”. Y justamente gracias al martirio de tantos es que se promovieron leyes y normas para mejorar la existencia humana.
Como en un film de trama catastrófica apreciamos extasiados los huracanes, los terremotos y los sunamis que azotan al mundo, como si nada, tan lejos nuestro, tan irreal que no pudiéramos distinguir la realidad de un efecto especial.
Creo ver a todos caminando ciegos, golpeando con palitos blancos las amenazas, las estadísticas, los pronósticos de un difuso cambio climático o apocalipsis vacía de sentido y tragedia. Creo verme también entre los unos y los otros, pero como sonámbulo, en medio de la niebla que nubla la vista y la razón.
Creo ver también a los que mandan tan absortos en seguir mandando que no pueden ver tampoco nada, son seres estériles de conciencia y de corazón. Estatuas de estiércol… o mejor dicho sepulcros.
Veo también el sufrimiento terrible, un dolor sordo, callado… muy denso. Los que nada tienen y todo quieren. La televisión les mostró burlonamente todo lo que no pueden tener, todo lo que necesitan desear, todo aquello que les causa más dolor, pero siguen viendo, como si de eso serviría, como si eso llenaría las fauces interminables de hambre y de sed.
Así estamos, en una corriente globalizadora que no contiene Dios, ni ídolo, ni tabú, regida por el vacío trágico, la nada al servicio de la decadencia. Idólatra del individualismo, anula los puntos de referencia, destruye los sentidos únicos y valores superiores; es una cultura despersonalizada donde predomina el derecho de realizarse por encima de los demás. Que muestra el abismo del consumo hiperbólico y autodestructivo como único camino de felicidad y realización. La indiferencia aterradora ante el sufrimiento del prójimo, la muerte de las solidaridades y de la caridad. Y lo peor de todo - la banalización irresponsable de todos estos males.

La Felicidad quizás sea una ilusión, una utopía, es cierto. Que no suframos es imposible, ya que de alguna manera todo tiene que ver con la dicotomía existencial del dolor y el placer. Pero lo que indefectiblemente me parece terrible es la falta de sensibilidad al sufrimiento ajeno que no es otra cosa que la deshumanización más cruel.

José de Guardia de Ponté

 
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No se puede querer lo que no se conoce y no se pueede defender lo que no se quiere