Panel Debate: HISTORIA Y MEMORIA - Reflexiones para entender nuestro pasado.
Realizado el viernes 29 de Septiembre a partir de hs. 18,00 en el Museo de la Ciudad (Casa Hernández).
Panelistas: Sandra Elizabeth Egüe, Fernandio Xamena, Felipe Hipólito Medina, Fanor Ortega Dávalos, Ramiro Daniel Escotorin, Patricio Colombo Murua, Ernesto Bisceglia y José de Guardia de Ponté.
Organizan: Academia del Folklore de Salta, Movimiento Sanmartiniano Nacional, Instituto de Estudios Históricos San Felipe y Santiago y el Consejo Federal del Folklore de Argentina (COFFAR)
También estará presente la danza foklórica de la mano del Taller de Danzas Foklóricas "Tradición Salteña" Ballet Oficial de la Academia del Foklore de Salta.
Algunas Consideraciones
MEMORIA E HISTORIA (una convivencia difícil)
Hablando de falsedades, sabemos y hemos podido observar que muchas veces los historiadores han omitido convenientemente hechos y situaciones del pasado por determinados motivos. La omisión deliberada es necesariamente una falsedad, un acto de sabotaje, una prohibición del conocimiento.
Al igual que existen ciertas memorias “celebradas”, hay memorias negadas, amputadas o deformadas que pueden ser objeto de “recuperación”
Las relaciones, en este sentido, entre historia y memoria son tan estrechas como complejas. Su ambigüedad es inherente a cada uno de estos términos. En la “historia” convergen “hechos” pero también “interpretaciones”.
Si bien la memoria es la construcción social históricamente determinada. El “Poder” puede condicionar al historiador en su interrogación y explicación de los hechos.
La memoria y la historia funcionan de forma diferente. Si bien es innegable su estrecha relación, se puede decir que la historia se basa en la memoria, se origina en ella.
La Memoria es un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual, de un pasado vivido o imaginado, portada por grupos comunitarios que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. Es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformaciones, vulnerable y susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares.
Las historia, en cambio, estudia y expone, de acuerdo con determinados principios y métodos, los acontecimientos y hechos que pertenecen al tiempo pasado, Dichos sucesos son analizados y examinados en función de sus antecedentes, causas y consecuencias, y en la acción mutua de unos sobre otros, es una construcción siempre problemática e incompleta, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo. El Historiador se basa en la Heurística (documentos – pruebas) y recrea los hechos por medio de la Hermenéutica (la interpretación).
La memoria puede ser difusa, afectiva y selectiva. Depende en gran parte de lo emocional. La historia, por el contrario, es una operación puramente intelectual.
En un pasado no muy lejano gran parte de los habitantes de nuestro país vivían en el campo, la vida campesina se constituía en sociedades tradicionales de carácter homogéneo también llamadas comunidades folk. El hombre tradicional vivía en un perfecto esquema folklórico que poseía un significado que superaba su propia existencia. Pero todo cambió de manera brusca, los tiempos se aceleraron y las ciudades empezaron a tener una predominancia extrema, La modernidad junto con la revolución industrial forjó un nuevo hombre que pasó de ser un homo folklórico a un homo urbano, y este hombre comenzó a decirse que no vivía en la tradición, sino en la historia.
Pero casi al mismo tiempo apareció una vida mediática densa, que contribuyó a crear una forma de memoria colectiva muchas veces dependiente del “poder”. La posmodernidad del siglo XX contribuyó, en gran medida, por un lado a democratizar la historia, es decir, a hacerla vivir. Pero por el otro los medios de comunicación forjaron realidades, manipularon ideas y opiniones, creando un mundo paralelo donde el "Mercado" es un ídolo ciego y las cosas valen más que las personas.
LOS INTENTOS DE HOMOGENIZACIÓN (todos los gatos en la misma bolsa)
A principios del siglo XX, el nacionalismo, como movimiento intelectual reaccionario, en contra de la inmigración y de las ideologías foráneas como el anarquismo y socialismo europeo forjaron un proyecto de país que apostaba a la homogenización para generar un proceso de unificación de poblaciones heterogéneas y desiguales, establecer el perímetro del territorio nacional y desarrollar en el ciudadano un sentido de lealtad hacia la nación. A través esta homogenización se buscaba absorber las diferencias étnicas, sociales y políticas previas a la formación de la nación. Dicho dispositivo se desarrolló desde la educación para la elaboración de un imaginario colectivo nacional. De esta manera, la historia oficial cumplió un papel capital, paralelamente se trabajó en una monumental compilación de material folklórico del país y parte del mismo se utilizó en publicaciones tendientes a desarrollar contenidos referidos a diferentes géneros folklóricos, con el objeto de incluirlos en la currícula escolar de los distintos niveles educativos. De esta manera se procuró reprimir las memorias, limitarlas al seno de las familias, al ejercicio privado.
Un niño podía ser hijo o nieto de un aristócrata, hijo de un campesino indígena o de un criollo empleado o dependiente en un negocio. Pero cuando estaba en la escuela era un pequeño argentino como cualquier otro.
Lo que sucedió en los últimos 50 años es que se rompió ese doble registro privado/público y que esas memorias particulares de las minorías en vías de emancipación y de integración en el colectivo nacional reclaman ser como las demás, reconocidas por la mayoría nacional, y, a la vez, conservar algo de sus identidades. Algo que llaman "su" memoria.
De mentiras y otros cuentos:
Cuando hablamos de “la verdad” entramos en un concepto complejo ya que mucho depende de las subjetividades e interpretaciones de la realidad, una realidad que a la vez no es la misma para unos que para otros. Pero cuando hablamos de la mentira es quizás más sencillo, en el sentido que mentir es un acto intencional y voluntario de expresar lo que consideramos una falsedad.
Según los expertos, al ser humano lo caracteriza su disposición intrínseca y cultural para mentir. Si tenemos en cuenta que la mentira es una forma de supervivencia, que en ocasiones nos resulta provechosa, acudimos a ella cuando necesitamos que esté al servicio de nuestros intereses o conveniencias. En definitiva la mentira forma parte de la esencia humana por lo que no es descabellado pensar que no es ajena a la dinámica de la historia. Tanto es así que muchos filósofos, revolucionarios de su tiempo, denunciaron las terribles mentiras que formaron parte y fueron la base sustentadora de nuestra civilización.
De la historia a la educación que se imparte, y convengamos, una educación para la "domesticación", para sujetar al sujeto, además de "enseñar" algunas mentiras históricas, se "enseña" sin filosofía y sin articulación crítica con los demás saberes.
En el caso de la llamada "historia patria", que no es otra cosa que "leyenda patria", que a esta altura del partido y lamentablemente los chicos no creen, no entienden y no les interesa.
Ante esta lamentable situación actual es necesario actuar con urgencia, no solo para replantearnos la situación en que se encuentra la historia en la educación, sino más bien para establecer los paradigmas necesarios para reconstruir nuestro legado a la posteridad.
SOBRE LA VERDAD HISTÓRICA Y QUIEN DICE TENERLA
Para empezar este artículo, voy a parafrasear una máxima del pensador Karl Theodor Jaspers (1883 - 1969) "La verdad histórica no está en quien la escribe, sino en quién la lee". Dando un lugar preponderante al lector y a su decisión de definir lo que cree puede haber pasado y por otra parte determinando que todo historiador está cargado de subjetividades de las que no puede liberarse.
En nuestro país existieron y existen diversas corrientes historicistas que buscaron mostrarnos múltiples interpretaciones de lo que sucedió en el pasado con notables divergencias. Pero los cronistas e historiadores no se quedaron solamente en las diferencias teóricas sino que también se defenestraron, descalificaron y hasta se insultaron sin miramientos.
Pongo algunas perlitas al respecto:
Decía José María Rosa de Rodolfo Ghioldi "Cuando el revisionismo llegó estos marxistas se unieron a la batida general que nos decretó la oligarquía; nos persiguieron con santo horror convencidos de que éramos devotos de un culto diabólico, y, de que bajo la apariencia de tenidas históricas celebrábamos verdaderas misas negras donde se despotricaba contra la libertad y se rendía culto a la violencia y a la sangre, con el retrato de Sarmiento puesto cabeza para abajo..."
Arturo Jauretche decía de Mitre "el muy pretencioso quiso amoldar la cabeza al sombrero o sea la realidad a los mitos que ha creado". También lapidaba: "no existe la libertad de prensa, tan sólo es una máscara de la libertad de empresa”.
Raúl Escalabrini Ortiz decía de la Academia Nacional de la Historia: “La historia oficial argentina es una obra de imaginación en que los hechos han sido consciente y deliberadamente deformados, falseados y encadenados de acuerdo a un plan preconcebido que tiende a disimular la obra de intriga cumplida por la diplomacia inglesa, promotora subterránea de los principales acontecimientos ocurridos en este contiene"
Tulio Halperín Donghi de la corriente renovadora de la historia opinaba de Julio Levene “… es un historiador sumido en la oscuridad del archivo, coleccionista de nomenclaturas sin contenido alguno”.
Amanda Paltrinieri dice de Felipe Pigna “quiero que todos sepan que él (por Pigna) se apropia del trabaja ajeno, que distorsiona la historia, que no es un historiador serio ya que no tiene en cuenta la premisa fundamental para iniciar una investigación histórica, hablo del hecho de que no debe vender ningún tipo de ideología”.
La Junta de Estudios Históricos de Tucumán opinaba sobre el Instituto Manuel Dorrego: "un absoluto desconocimiento y una desvalorización prejuiciosa de la amplia producción historiográfica que se realiza en el marco de las instituciones científicas del país".
Luis Alberto Romero publica en Clarín contra los historiadores revisionistas del Kirchnerismo: "Predominan entre los “historiadores recientes” los militantes de causas diversas, que quieren hacer una revolución revestida de memoria. Este tipo de historiador se siente como un sacerdote. En la Memoria suele encontrar una verdad revelada que debe mantener lejos de las manos sacrílegas que pretendan mancillarla".
En definitiva... la verdad se anda escondiendo detrás de las innumerables interpretaciones que hacen a la historia.
CUESTIONES DE LA MEMORIA
Lo del "pasado pisado" es una verdadera falsedad. El pasado está absolutamente vivo. La gente cuando rememora trae partes, fragmentos, por lo general lo que le impresionó o le impactó. Pero fundamentalmente lo que recuerda no es precisamente lo que pasó porque de alguna manera reinventamos lo sucedido. En mayor medida y más todavía cuando lo contamos, cuando relatamos un recuerdo a alguien, ya que interviene el arte de mejorar las circunstancias. Generalmente tendemos a ilustrar con mayor teatralidad los sucesos, los mejoramos, los embellecemos.
Y así, el pasado se recrea, se forja nuevamente como algo nuevo. El pasado revive.
Esta cuestión se desarrolla mas o menos así cuando la memoria es colectiva, cuando el grupo social promueve el pasado de forma romántica, la épica del pasado, los hechos ya no son hechos, son mitos, leyendas y relatos. Y en todo sentido sea tragedia, comedia o drama, el pasado se desgrana en fragmentos casi poéticos... la mística.
La memoria colectiva es profundamente folklórica porque entreteje un entramado identitario, el pueblo se refleja en esa construcción para definirse, conocerse y por que no, diferenciarse. El pueblo se unifica como conjunto social cuando se recuerda, cuando se constituye como histórico y singular.
Y he aquí que nunca somos lo que fuimos, ya que fuimos construyendo nuestra existencia, nuestra particular forma de ser. Y vamos cambiando según nuestros ideales y valores, como así también nuestras equivocaciones y errores.
Hay quienes pretenden seguir siendo "como antes", le llaman mantener las tradiciones, pero esa es una tarea casi imposible, hasta inútil, Arnold Toynbee nos decía “cuando pretendemos embalsamar la cultura la condenamos a la decadencia…” el verdadero sentido de la Tradición es respetar el legado, el patrimonio, y su forma de preservarlo es revitalizarlo por medio de su conocimiento y divulgación. No se puede querer lo que no se conoce y menos defender lo que no se quiere. La “tradición” se vive, no se impone, porque dejaría de ser una herencia para convertirse en una caricatura.
El pasado, el presente y el futuro es nuestro único tiempo, el "ahora". El momento supremo que vivimos.
EL PRESENTE
Aurelius Augustinus Hipponensis o más conocido como San Agustín concebía a la historia en tres estadios del "presente", el PASADO que es presente, el momento actual o PRESENTE y el FUTURO que concebimos en el presente, pero de alguna manera los tres estadios temporales se desarrollan en el mismo momento, el cual podemos llamar ACTUALIDAD.
El como vemos esta actualidad depende de cada realidad subjetiva, aunque también podemos decir que se movilizan fuerzas constantemente para que la realidad sea vista o mirada de una u otra manera, maneras convenientes, apariencias que responden a determinados intereses que hacen al "poder" imperante.
Los filósofos, los científicos y todo ser humano que se precie de querer explicar la "realidad" se ha inmiscuido en esta temática, ya que es, sin lugar a dudas, el tema de los temas, "el quid de la cuestión".
Carl Gustav Jung decía que "Todo depende de cómo vemos las cosas y no de como son en realidad". y he aquí el dilema, el problema o la dificultad está en ver la realidad tal cual es.
La historia en cierto sentido nos da una escapatoria al laberinto ya que intenta encajar la realidad pasada, la realidad presente y concebir la realidad futura. Es una llave que puede abrir las puertas correctas o quizás no, llevarnos a paradojas temporales.
Existe también un factor que equilibra la complejidad, y es la "memoria colectiva", la tradición oral, los esquemas identitarios, que juegan un papel de conflicto entre el mundo natural y el moral, entre la realidad y la conciencia, la razón y la pasión.
Y en este berenjenal dialéctico se suman los medios de comunicación que han y juegan un papel preponderante desde hace muchos años, demasiados, y aparentemente su dominio recién empieza, o mejor dicho, el dominio de quienes los dominan.
Y aquí estamos... en un mundo interpretado por otros, con sujetos sujetados, con pasados adulterados, con presentes aparentes y ese futuro tan esperanzador que nos había prometido Julio Verne... cada vez más lejos.
José de Guardia de Ponté
MEMORIA E HISTORIA: UN DEBATE EN TORNO A NUESTRO PASADO RECIENTE
Lic. Daniel Escotorin*
Prof. Sandra Elizabeth Egüe*
La historia argentina reciente constituye un tema sensible y delicado a la hora de encarar su análisis. ¿Y por qué afirmamos esto? Porque no es un período definitivamente cerrado, lo que ocurrió durante esos años generó efectos y dejó secuelas en la sociedad que se viven hasta el presente, dado que las experiencias vinculadas al horror exigen la constante elaboración de lo traumático.
En este sentido, pensamos que se trata de una etapa que sigue abierta. La dictadura terminó, pero nos sigue afectando. A esta última cuestión volvemos cuando nos adentramos en el tema de la memoria para pensar las experiencias límites.
Es común que usemos el término “Historia” para referirnos a los sucesos del pasado en general. En este sentido, la definición habitual de historia refiere a la disciplina de estudio del pasado que aspira a una cientificidad basada en la distancia que se establece con los procesos estudiados. Esta distancia presupone una relación de objetividad con los fenómenos.
Se parte del supuesto que el historiador es un investigador que establece una relación de neutralidad valorativa e imparcialidad respecto de lo que estudia, ya que no presenta una relación de involucramiento con los hechos. Ello le permite sostener sus hipótesis con rigor académico. Clara imposibilidad de estos requerimientos.
La memoria, por el contrario, sostiene una relación de involucramiento y proximidad con el pasado y la temporalidad que establece con dicho pasado es recursiva y no lineal. En otros términos, el pasado sigue actuando en el presente y sus fuentes incorporan testimonios y otros recursos que no provienen de los archivos.
Para aproximarnos a una definición de lo que entendemos por “memoria” vamos a basarnos en un capítulo que escribió Elizabeth Jelin, que forma parte de su libro “Los trabajos de la memoria” (Jelín, 2002)
En un primer momento Jelin señala tres características centrales de la memoria:
a) Es un proceso subjetivo que está anclado en experiencias y marcas simbólicas y materiales. La memoria, a diferencia de la historia, no recupera procesos totales ni instituye héroes, sino que constituye relatos –muchas veces fragmentarios y marcados por matices– que dejan en evidencia los sentidos en pugna que rodean al pasado reciente.
b) Es un objeto de disputa, de luchas, donde juegan un rol activo los que participan en esas luchas y lo juegan desde sus relaciones de poder. Los sentidos del pasado son distintos, no hay un único relato. Es más, según nos advierte Jelin no podemos hablar de “memoria contra olvido” sino de “memorias contra memorias”.
c) Es un objeto que debe ser historizado porque el sentido del pasado va cambiando con las transformaciones del presente, así como también cambia el lugar de la memoria en función de los vaivenes de los climas políticos y culturales. Por ejemplo, en los primeros años de la democracia, durante los años ochenta, la memoria sobre los desaparecidos de la última dictadura se sostenía en representarlos como “víctimas” y resultaba imposible hacer mención a que, además, tenían una identidad política. A partir de la década de los noventa, y con el avance de las discusiones sobre el pasado reciente, se pudo empezar a construir una memoria que incorporara también las identidades políticas de los desaparecidos. Además de víctimas del terrorismo de Estado habían sido militantes políticos, gremialistas, peronistas, socialistas, guevaristas, entre otras identidades; la Memoria tornaba política.
Ante esto, y retomando ahora al historiador italiano Enzo Traverso, la memoria corresponde a las representaciones del pasado que colectivamente se forjan en el presente y que estructuran y dan sentido a las identidades sociales. Así, dirá, “el pasado es constantemente reelaborado según las sensibilidades éticas, culturales y políticas del presente” (Traverso, 2007).
En definitiva, la memoria es un proceso en permanente elaboración, una labor inacabable. Se trata de un relato que no aspira a recuperar procesos totales –como sí pretende el relato histórico– sino que es fragmentario y está marcado por matices que dejan en evidencia la subjetividad y los sentidos en pugna que caracterizan al pasado reciente, las memorias en conflicto, las memorias enfrentadas a otras memorias.
En el proceso constructivo de la memoria, de esta forma, se articulan la dimensión individual y la colectiva.
“La memoria no es espontánea, el recuerdo es espontáneo; pero la memoria es algo más que el recuerdo. La memoria se construye en lo individual y en lo colectivo. Tiene una construcción más sistemática, aunque se nutre de elementos contradictorios incluso. La memoria es un ida y vuelta con el olvido. El ser humano tiene una necesidad de recordar, pero también tiene una tendencia a olvidar porque la memoria duele, realmente. La memoria implica la re-significación del recuerdo. Pierre Nora es el que enuncia y evoca el principio de la Memoria colectiva. Él dice que la memoria sólo es posible en hombres vivos y se constituye con recuerdos, sentimientos, conocimientos, apropiación de otras historias y memorias que se van integrando en la Memoria colectiva, en avances, retrocesos y reinterpretaciones de la propia memoria.”
“La Historia empieza cuando ya no hay recuerdos, cuando no hay tradición, ya los hechos forman parte definitiva del pasado. La Historia analiza hechos que ya no forman parte del recuerdo de los seres vivos, ya no incide en el presente de forma directa. La Historia se basa en lo instituido, la Memoria en cambio es instituyente. La Memoria crea, modela y compone un discurso narrativo que no es el de la ciencia de la Historia; está constituida de una racionalidad no exenta de pasión. La Memoria forma parte del pasado, pero es esencialmente una herramienta del presente, para iluminar el pasado, pero sobre todo para construir el futuro.”
“Tampoco es pacífica, hay un combate por la Memoria. En definitiva, estamos discutiendo qué país tuvimos y qué país queremos. La Memoria es un instrumento fundamental y son ustedes los que tienen que colaborar, como docentes y miembros de la comunidad educativa, en esa tradición de la Memoria.” (Luis Eduardo Duhalde).
Existen dos tipos de memorias, la llamada “individual” y la “colectiva”, que no son independientes entre sí, sino que están articuladas. Con esto queremos decir que, por un lado, la memoria individual se enmarca en la colectiva; y, por otro lado, la memoria colectiva se nutre de la individual. Esta distinción ha sido trabajada por el sociólogo francés Maurice Halbwachs, quien distingue estas dos categorías, pero aclara que todo individuo participa de estas dos formas de memoria. Mientras que la primera es una memoria interior y personal; la segunda es exterior y social.
A partir de lo dicho, podría parecer que existe una oposición entre historia y memoria, sin embargo, ambas se complementan e interrelacionan y no habría que contraponerlas, ni tampoco equipararlas.
Una vía para conceptualizar al vínculo entre historia y memoria de un modo no dicotómico está dado por el concepto de “historia reciente”. Esta última ha sido llamada de distintas formas (historia muy contemporánea, historia del presente, historia de nuestros tiempos, historia inmediata, historia vivida, historia actual), pero en definitiva refiere a una concepción de la historia que no se opone a la memoria, sino que la incluye y reconoce que entre ambas existen relaciones de mutua influencia. De todos modos, es una categoría de difícil conceptualización y que abre diversos interrogantes.
En la historia reciente, según Marina Franco y Florencia Levin, existen “diversas formas de coetaneidad entre pasado y presente: la supervivencia de actores y protagonistas del pasado en condiciones de brindar sus testimonios al historiador, la existencia de una memoria social viva sobre ese pasado, la contemporaneidad entre la experiencia vivida por el historiador y ese pasado del cual se ocupa” (Franco y Levin, 2007). En ella predominan los temas vinculados a procesos sociales considerados traumáticos, y por ello un dato que la caracteriza es la centralidad que ha adquirido el “testimonio”, la historia oral. La especificidad de la historia reciente se define a partir de cuestiones siempre subjetivas y cambiantes “que interpelan a las sociedades contemporáneas y que trasforman los hechos y procesos del pasado cercano en problemas del presente”.
Precisamente, dirán las autoras, la idea de “historia reciente” viene a zanjar esta supuesta dicotomía proponiendo un abordaje de la historia que no desconoce la singularidad y el carácter subjetivo de los acontecimientos que marcan la memoria colectiva. La historia reciente, entonces, se ocupa de estudiar el pasado cercano. Pero éste es un pasado abierto, inconcluso, cuyos efectos en los procesos individuales y colectivos se extienden hacia nosotros y se nos vuelven presentes; es un pasado que irrumpe imponiendo preguntas, grietas, duelos y que entreteje las tramas de lo público con lo más íntimo, lo más privado y lo más propio de cada experiencia. Y, a diferencia de otros pasados, no está hecho sólo de representaciones y discursos socialmente construidos y transmitidos, sino que está además alimentado de vivencias y recuerdos personales, rememorados en primera persona. Se trata, en suma, de un pasado ‘actual’ o, más bien, de un pasado en permanente proceso de ‘actualización’ y que, por tanto, interviene en las proyecciones a futuro.
Nuestro país es una sociedad en crisis permanentes, irresueltas, cíclicas y recurrentes. Y cada una parece tener su espejo en el pasado y viceversa, éste retorna al presente para interpelar la deuda irresuelta con los proyectos frustrados y siempre a medias. Este es el disparador para una revisión periódica de la historia, o al menos del pasado. La construcción del concepto de MEMORIA en relación al pasado reciente se puede entender como el primer paso de la demanda social de un acercamiento, una mirada sobre ese periodo. La sociedad, una parte de ella en tanto protagonista de ese pasado se interpela a sí misma y realiza una primera revisión. En todo caso, se trata de la construcción de un relato con consenso social sostenido en el proceso de recuperación democrático, la lucha contra la impunidad y las denuncias de violaciones a los Derechos Humanos durante la dictadura. Esta memoria tiene una base ética fundada en los sobrevivientes, los juicios de 1985, el informe Nunca Más y la incansable lucha de los primeros dirigentes de los organismos de DD.HH.
Pero el pasado es también un espacio de disputa política de los actores del presente y en tanto la Historia como disciplina no se decidía a meter mano, ese pasado fue tomado por la propia sociedad, no obstante el aporte de determinadas disciplinas que dejaron importantes precedentes en el campo de la investigación y la indagación, y esencial resultó el aporte de los sobrevivientes tanto en el plano de la Justicia como en el de la aportación histórica. El periodismo, la sociología, la psicología y la antropología entre ramas más el aporte de los testimonios aportados a la Justicia fueron dando cuenta del horror y contribuyeron a la comprensión de no sólo de ese periodo negro de nuestra historia, sino también al de este presente como hijo directo en el tiempo histórico y las secuelas aun vivas en la sociedad.
Más enunciábamos que en el transcurrir del proceso de elaboración colectiva de la memoria los desaparecidos tornaron de “sujetos-victimas” a “sujetos-políticos”. Esto estuvo siempre presente, en menor o mayor medida y abrió recurrentes polémicas que mediatizadas por los medios de comunicación terminaron reduciendo un debate histórico a un disputas histéricas frente a cámaras de Televisión. Cuando el factor político se introdujo en la “memoria” ésta estalló y generó una onda expansiva que entonces sí y dado el transcurrir del tiempo obligó a los historiadores a tomar esta etapa: la Historia Reciente tenía una ardua, compleja y difícil responsabilidad en sus manos. Aun las tiene.
No se trata de una dicotomía “izquierda – derecha”, “vencedores – vencidos” o “víctimas – victimarios”; es mucho más profundo y de una complejidad y vastedad conceptual, temática y metodológica que excede largamente estos rótulos que emergieron a la sociedad precisamente desde esa Memoria Instituyente que enuncia Pierre Nora, ese espacio de combate político de cada presente. “La historia, como operación intelectual y laica, utiliza análisis y discurso crítico. La memoria instala el recuerdo en lo sagrado la historia lo desaloja, siempre procesa (…) La memoria tiene su raíz en lo concreto, en el espacio, el gesto, la imagen y el objeto. La historia sólo se ata a las continuidades temporales, a las evoluciones y a las relaciones entre las cosas. La memoria es un absoluto y la historia sólo conoce lo relativo.
En el corazón de la historia trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria siempre es sospechosa para la historia cuya misión es destruirla y rechazarla.” Esta definición de Nora es el eje central de este trabajo, aunque sin pretender establecer un antagonismo que no reconocemos entre Memoria e Historia, si planteamos entonces que ésta tiene un desafío y una deuda que la sociedad argentina exige en tanto necesidad de construir miradas sociales más sólidas y si no definitivas, pretensión desmesurada para la Historia, sí construir pisos de “verdad histórica” que se irán sedimentando con el andar de los historiadores.
Si la política, los procesos políticos históricos intervienen, se meten en el campo de la Memoria entonces ésta tiene un problema, la tienen los grupos o sectores sociales y políticos que participan en esa construcción. Esta es la conclusión de esta parte de nuestro presente que discute el pasado reciente. Y como excepción que confirma la regla vale el caso de la memoria colectiva instituida en torno al “holocausto judío” allí la Historia quedó relegada o incluso subordinada a la memoria social en tanto el factor político no aparece en el campo de las víctimas; claramente se concluye con la ausencia de este en factor en Auschwitz o Dachau, aun en el gueto de Varsovia (aunque se pueda distinguir algunos vestigios).
A modo de conclusión, tan abierta como provisoria, planteamos que el diálogo Memoria – Historia es necesario en tanto la sociedad se alimenta más de aquella que de ésta, pero es la Historia como disciplina que organiza, ordena y da coherencia a la construcción y relato del pasado la que pone marcos más firmes y duraderos para la comprensión de etapas, procesos y acontecimientos, sobre todo aquellos que resultaron traumáticos para la sociedad y aun hoy revivirlos supone reabrir heridas en la conciencia colectiva, porque finalmente no deja de ser un desafío para el conjunto, que al decir del historiador francés Jean Chesnaux, los historiadores no pueden despegarse de su presente, su contexto, de la sociedad en la que está inmerso, o sea de la política cuando afirma “debemos aceptar el estar al servicio de la reflexión común para pensar históricamente el presente, pensando políticamente el pasado.”
BIBLIOGRAFÍA:
- Chesnaux, Jean: “¿Hacemos tabla rasa del pasado?” Siglo XXI editores (México 1998)
- Franco, Marina – Levin, Florencia (comp.): “Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción” PAIDOS. (Buenos Aires - 2007)
- Halbwachs, Maurice: “La memoria colectiva” PRENSAS UNIVERSITARIAS DE ZARAGOZA (Zaragoza – 2004)
- Jelin, Elizabet: “Introducción a los trabajos de los trabajos de la Memoria” SIGLO XXI (Buenos Aires – 2002)
Nora, Pierre: “Entre Memoria e Historia: La problemática de los lugares” cátedra Seminario de Historia Argentina - Univ. Nacional del