LAS FALSEDADES DE NUESTRA HISTORIA OFICIAL
Hablando de falsedades, sabemos y hemos podido observar que muchas veces los historiadores han omitido convenientemente hechos y situaciones del pasado por determinados motivos. La omisión deliberada es necesariamente una falsedad, un acto de sabotaje, una prohibición del conocimiento.
Al igual que existen ciertas memorias “celebradas”, hay memorias negadas, amputadas o deformadas que pueden ser objeto de “recuperación”
Las relaciones, en este sentido, entre historia y memoria son tan estrechas como complejas. Su ambigüedad es inherente a cada uno de estos términos. En la “historia” convergen “hechos” pero también “interpretaciones”.
Si bien la memoria es la construcción social históricamente determinada. El “Poder” puede condicionar al historiador en su interrogación y explicación de los hechos.
La memoria y la historia funcionan de forma diferente. Si bien es innegable su estrecha relación, se puede decir que la historia se basa en la memoria, se origina en ella.
La Memoria es un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual, de un pasado vivido o imaginado, portada por grupos comunitarios que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. Es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformaciones, vulnerable y susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares.
Las historia, en cambio, estudia y expone, de acuerdo con determinados principios y métodos, los acontecimientos y hechos que pertenecen al tiempo pasado, Dichos sucesos son analizados y examinados en función de sus antecedentes, causas y consecuencias, y en la acción mutua de unos sobre otros, es una construcción siempre problemática e incompleta, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo. El Historiador se basa en la Heurística (documentos – pruebas) y recrea los hechos por medio de la Hermenéutica (la interpretación).
La memoria puede ser difusa, afectiva y selectiva. Depende en gran parte de lo emocional. La historia, por el contrario, es una operación puramente intelectual.
Cuando hablamos de “la verdad” entramos en un concepto complejo ya que mucho depende de las subjetividades e interpretaciones de la realidad, una realidad que a la vez no es la misma para unos que para otros. Pero cuando hablamos de la mentira es quizás más sencillo, en el sentido que mentir es un acto intencional y voluntario de expresar lo que consideramos una falsedad.
Según los expertos, al ser humano lo caracteriza su disposición intrínseca y cultural para mentir. Si tenemos en cuenta que la mentira es una forma de supervivencia, que en ocasiones nos resulta provechosa, acudimos a ella cuando necesitamos que esté al servicio de nuestros intereses o conveniencias. En definitiva, la mentira forma parte de la esencia humana por lo que no es descabellado pensar que no es ajena a la dinámica de la historia. Tanto es así que muchos filósofos, revolucionarios de su tiempo, denunciaron las terribles mentiras que formaron parte y fueron la base sustentadora de nuestra civilización.
Según podemos observar la verdad no siempre se nos presenta de manera clara, más diría, se muestra de manera difusa y hasta engañosa.
Las verdades, cualquiera sean, se esconden entre montañas de falsedades, banalidades y míseras cuestiones sin sentido.
Es menester entender que nunca nos enseñaron a discernir, a separar la paja del trigo y/o distinguir la letra pequeña que se esconde entre los renglones de la vida.
Las verdades están barnizadas de silencio, se retraen calladas detrás de las causas que originaron las falsedades más crueles.
Nos dice Manuel Vicent "El que busca verdades corre el riesgo de encontrarlas" porque no siempre es bueno ni bonito, ya que los hombres fabricaron muchos mitos para proteger a los ingenuos de la soledad del conocimiento. Jean Paul Sartre dice que enterarse de cosas ocultas nos traen un gran desencanto.
Así como existen muchos cómplices ocultando y mintiendo, a la vez, existen sobrados indicios, los mentirosos no tienen memoria y terminan cambiando las versiones. Por esa razón la historia es terrible y lapidaria, termina desenmascarando lo que trataron de enterrar con tinta.
Thomas Fuller aclara al respecto: "La astucia puede tener muchos vestidos, pero a la verdad le gusta ir desnuda"
Recomiendo a quienes tienen ganas de pensar, sacudir el oxido que habita en nuestras neuronas, trabajar de arqueólogos, desenterrar los sarcófagos de esas verdades que nadie quería contar, hacer historia es más bien como la de un policía que busca al asesino. Descubrir de como en la antigüedad, como hoy en día, se han falsificado documentos, reconstruido y recreado hechos, borrado y desaparecido pruebas para ocultar lo que realmente pasó. Pero también podemos observar que la verdad deja pistas, pequeños indicios para hacer ver y entender que en la sumatoria de los acontecimientos las cosas no cierran, no encajan.
La verdad es una antorcha que luce entre la niebla, sin disiparla, es hija del tiempo, no del poder que busca ocultarla.
En una época de engaño como el nuestro buscar la verdad es un acto revolucionario.
Con respecto a la educación, muy orientada a la "domesticación", para sujetar al sujeto, además de "enseñar" en forma errónea, se lo hace sin filosofía y sin articulación crítica con los demás saberes.
En el caso de la llamada "historia patria", que no es otra cosa que "leyenda patria", que a esta altura del partido y lamentablemente los chicos no creen, no entienden y no les interesa.
Ante esta lamentable situación actual es necesario actuar con urgencia, no solo para replantearnos la situación en que se encuentra la historia en la educación, sino más bien para establecer los paradigmas necesarios para reconstruir nuestro legado a la posteridad.
José de Guardia de Ponté